La sexta vida del Caimán

La enésima resurrección de Silvio Berlusconi prueba que existe entre Il Cavaliere y los italianos un cordón umbilical. No se trata de una metáfora, sino de explicar que los compatriotas del magnate tricolore lo votan desde las entrañas.

También podría mencionarse la hipótesis del síndrome de Estocolmo, pero esta idea del secuestro que aireaba Nanni Moretti en un reciente mitin descuida el inquietante vínculo antropológico, sociológico y asimétrico de Berlusconi y los italianos. Asimétrico porque los italianos quieren ser IlCavaliere, y no al revés.

Hasta cierto punto, Berlusconi ha sido indultado por sus paisanos, incluso legitimado como iconoclasta genuino frente al arribismo de Beppe Grillo. Y digo hasta cierto punto porque una verdadera democracia contradice que pueda vampirizarla, seis veces ya, un magnate de historial extravagante a quien la concentración de poder y las condenas sitúan bajo sospecha.

Con más razón cuando la anomalía, tan proclive para evitar la cárcel como para fomentar los negocios, proviene del monopolio mediático e informativo. Berlusconi no se ha limitado a controlar la opinión pública. Berlusconi ha creado la opinión pública desde sus televisiones, sus periódicos y sus editoriales.

Semejante influencia relativiza la higiene del fervor de las urnas, aunque la complicidad de un electorado maduro, resabiado y hasta invisible -nadie reconoce que lo vota- en la trayectoria de Berlusconi se antoja tan flagrante como la colaboración sistemática de la izquierda italiana.

En efecto, la izquierda italiana traicionó a Romano Prodi cada vez que se formulaba una alternativa al Cavaliere. Unas veces porque alzaron la voz los trasnochados trotskistas. Otras porque Massimo D'Alema y Walter Veltroni tuvieron prisa en llegar al trono de Palazzo Chigi.

La endogamia, al cabo, forma parte de la naturaleza de la sinistra italiana, especialmente cuando el antiberlusconismo de combate se utiliza como una socorrida coartada para ocultar la falta de un proyecto, de una ideología, de un modelo.

De hecho, la reanimación política de Berlusconi habría sido improbable en caso de haberse proyectado la candidatura de Matteo Renzi, alcalde de Florencia y antídoto perfecto del Cavaliere. Tan perfecto que el viejo apparatchik de la izquierda de ultratumba ha decidido sofocarlo en beneficio de la burocracia de Bersani.